Os diré que no ansío riqueza ni mención alguna por relatar lo acontecido durante aquellos días de traición y honor en los que el largo verano agonizaba, sino el hallar la cura de este mal que como tenaz sombra, silenciosa, me castiga.
A esta red inmensurable lanzo los espantosos recuerdos que me roen el alma sin dejarme descanso ni en el día ni en la noche. Recuerdos amontono de los hombres que en ese entonces batallaron, quién sabe si por mejor servir a sus señores y a sus nobles casas o simplemente por alcanzar la gloria que en la debilidad de espíritu y en la miseria se siente necesaria.
Nada vi en aquellos campos de muerte que merezca gastar una gota de tinta.
Mas ruego al Todopoderoso se apiade de mí y me conceda el descanso del olvido una vez acabe lo que ahora, con el máximo escrúpulo, doy comienzo: la fiel crónica de las Batallas de Poniente libradas entonces.
La espada, aún hambrienta de sangre, ya para nada sirve; sea pues en mi mano, la Pluma del Cuervo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario